El aprendiz de hechicero

El aprendiz de hechicero, poema escrito por Goethe en 1797, narra una historia que llegaría a ser conocida por millones de personas en 1940, gracias al clásico del cine Fantasía, producido por Walt Disney. El alumno del gran maestro toma sus atuendos y empieza a divertirse con ellos, pero se produce el delirante suceso en el que el protagonista sucumbe ante la incapacidad de controlar lo que ha desatado. Las escobas se salen de control y el aprendiz de hechicero, dueño del poder, es ahora consciente de que su destino es determinado por su propia creación.

En pleno 2016 estamos recreando estos clásicos. Debemos aceptar que el neoliberalismo sin corazón y los modelos de capital rampante se nos salieron de control. Son el dinero y el interés particular las escobas que ahora vuelan y nosotros corremos tras ellas con frenética ansiedad. Francis Fukuyama se pronunció con determinación y prepotencia frente a lo que él llamaría El fin de la Historia y el último hombre (1992). Él creyó que después del capitalismo el mundo no iba a necesitar otro modelo económico, todo estaba escrito. Tiene que estar muy aislado de la realidad mundial quien asuma en el presente este precepto, ya que el capitalismo neoliberal y las democracias de mercado han generado hambre, dolor y miseria, en un extremo, y una acumulación desmedida de bienes, en la otra orilla.

Desde otra orilla, el materialismo histórico con su afirmación marxista expuesta en la tesis undécima sobre Feuerbach, “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero lo que se trata es de transformarlo”, ha nutrido la concepción que relaciona la libertad del hombre con la posibilidad de modificar el entorno. Distante de la arrogancia neoliberal y de la moribunda dialéctica hegeliana, surge la filosofía de la resistencia que protesta ante la transformación y se aproxima más al cuidado y a la compensación. Por tanto, para pensar la relación sujeto-mundo, asume que “los filósofos de la historia simplemente han transformado el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata ahora es de cuidarlo” (Marquard). Cuidarlo implica valorarlo, entender la singularidad de cada ecosistema y no negar la condición de vulnerabilidad del hombre.

La dinámica neoliberal está desbordada y se proyecta en la ecuación utilitarista elemental de excluir y acumular. Esa exclusión saca del juego a la población vulnerable y al entorno planetario. Este modelo financiero, con facilidad, otorga licencias ambientales en ecosistemas como la sierra de La Macarena o se le antoja desviar ríos para hidratar las fauces extractivas en departamentos lacrados con el estrés hídrico como La Guajira. Definitivamente, no hay un fin de la historia escrito y lo único escrito es que “el gran poder” debe aceptar que está en un mundo que dentro de muy poco tiempo no va a poder controlar. El olvido del ser, la exclusión social, la inequidad y el maltrato al planeta deben ser combustibles que impulsen nuestra búsqueda de un futuro con mayor responsabilidad social y ambiental.

Articulo: Camilo Prieto V. - Revista Catorce6

 

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