El interruptor que debe permanecer encendido

ayudar movimiento ambientalista colombianoParadójicamente, hablando del costo ambiental que tiene la producción energética y que da libertad a la actividad humana desmesurada, se llega a la importancia de permanecer con un gran interruptor encendido, el cual no requiere para su generación; licencias ambientales sorpresa, desviación de fuentes hídricas o fracturación hidráulica que envenena el agua. Ese interruptor es la empatía.

El primer autor en abordar el termino fue el economista escoses Adam Smith en su libro Teoría de los Sentimientos Morales en 1759, hablaba por primera vez del termino simpatía o sympathy de las pasiones y del interés que tiene el hombre por afectarse con la suerte del otro.

Pero antes de ser traducido al idioma inglés, el termino era conocido con la palabra alemana Einfüblung por el filósofo alemán Robert Vischer en 1872 y se refería a como un observador podía proyectar su sensibilidad disfrutando de un objeto o pieza de arte por su belleza y estética, mediante la contemplación.

Es decir que en su momento el concepto estaba relacionado a simples objetos, por lo tanto y partiendo de ese primer enfoque se puede aseverar que el ser humano está en la capacidad de sensibilizarse frente a un objeto inanimado y no únicamente hacia otra persona como se encuentra enfocado hoy en día el concepto.

El filósofo e historiador alemán Wilhelm Dilthey tomó ese proceso de expectación hacia la estética, para describir el proceso mental que hace una persona al entrar en otra y reconocer sus sentimientos y pensamientos, con cierto nivel de sensibilidad y una marcada capacidad de observación que sería el equivalente a la admiración que se hace durante unos minutos, a una obra de arte.

Para 1909 con el desarrollo de la psicología moderna, el ser humano inicia un proceso de introspección que invita al conocimiento de emociones y sentimientos. Es el psicólogo E. B. Titchener quien traduce la palabra Einfüblung a la palabra inglesa empathy (el sufijo: Patía, indica que entramos en el estado emocional de otra persona que sufre y que acogemos su dolor como propio para reconocer su situación).

Posteriormente el psicólogo Martin Hoffman define la empatía como un proceso psicológico, que genera en la persona sentimientos más congruentes con la situación del otro y sentido de colaboración o “precisión empática”.

A partir de la inteligencia emocional, se da apertura a teorías cognitivas que dan  importancia al desarrollo social y al análisis del comportamiento de los seres humanos con su entorno. Por lo tanto la empatía se identifica como una habilidad, es decir que se puede entrenar y desarrollar. Este punto es realmente importante si se dimensiona que la construcción de la sociedad parte de seres humanos hacia seres humanos, que ejercen un control total sobre los recursos y cualquier tipo de impacto en el planeta.

Hoy en día la empatía tiene un soporte científico que permite generar resultados con aplicación a nivel médico, educativo, biológico y empresarial; dichos estudios resaltan el rol de las neuronas espejo, conocidas también como neuronas de la empatía y son las encargadas de mimetizar una respuesta entre mamíferos. Por consiguiente todos los seres humanos mínimamente, estamos en la capacidad de desarrollar empatía.

Una tesis más reciente, desarrollada por el Dr. Simon Baron – Cohen, aclara que la empatía comprende dos fases: reconocimiento de la situación y respuesta emocional adecuada. A ese proceso se le llama atención doble porque se está tomando en cuenta al otro, es una conexión que se procesa en el circuito cerebral de la empatía y que funciona como un interruptor que se puede encender, disminuir o apagar.

Cuando un individuo tiene fuerte arraigo por sus creencias políticas, sociales o religiosas, la empatía se ve afectada porque sufre una desconexión que estaría produciendo un enfoque único, es decir el individuo pasa a valorar su interés y beneficio propio y no el de su entorno, así sea de forma momentánea.

Para esta teoría, el enfoque único es característico de personas que se diagnostican con trastorno límite de personalidad y de personalidad psicopática, capaces de generar eventos violentos hacia su propia vida y la de otros seres vivos humanos y no humanos. En estas personas, la valides de sus conceptos es única e irrefutable y su sentido de dominación hacia otros seres es notoria.

Este enfoque único de la empatía, fractura totalmente el concepto de la ética y la responsabilidad que tiene cada ser humano hacia el planeta; esa responsabilidad que obliga a pensar en la infinidad del mundo que se desconoce y en el individuo que aún no nace; el ser humano no puede pecar por omisión, debe pecar por exceso de precaución. Desafortunadamente la evidencia sobre la problemática ambiental en Colombia deja ver el interés propio de algunos sectores económicos que previamente han jugado con la legislación para obtener resoluciones y licencias que están a la orden del día, como si fuera una economía a escala generadora de leyes.

El principio de precaución que debe ser ponderado para la autorización de licencias ambientales y en la ejecución de ambiciosos proyectos, pero es claro que hacia las fuentes hídricas, el aire y los ecosistemas, la visión es meramente individual, para lucro propio; es decir se sufre una desconexión del interruptor y perdida de la empatía, originando la sobre explotación de los recursos naturales, tal vez se llegará el momento en que no habrá compensación alguna, así que la urgencia por fortalecer la habilidad empática es total y dejar de ser altruistas selectivos.


Autor: Angie Chaparro. / Administradora de Empresas / Voluntaria en Movimiento Ambientalista Colombiano.


 

Fuentes Bibliografica: 

Adam, S. (1759). Teorian de los Sentimientos Morales. México: Fondo de la Cultura Económica.

Daniel, G. (2007). La Inteligencia Emocional . Mexico D. F: Ediciones B, s.a. de CV.

Jeremy, R. (2009). La civilización empática. Madrid: Ediciones Paidós.

Simon, B. -C. (2012). Empatía cero, nueva teoria de la crueldad. Madrid: Alianza Editorial S. A.

Vega, C. R. (2010). Los Economistas neoliberales; Nuevos Criminales de Guerra. Bogotá: Alejandria Libros LTDA.

 

 

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